domingo, 13 de mayo de 2012

CERBATANA ESPECIAL 50 ANIVERSARIO

ENTREVISTA COLEGIAL 1961-1962

"En el Pío aprendí a convivir 

con intercambios de opiniones” 

José Alcides Fernández (1942) fue uno de los cubanos que emigró a España durante la Revolución acaecida en su país. Sin rumbo fijo, Fernández adquirió una beca en el Pío XII recientemente inaugurado. Durante su estancia en la quinta planta del Colegio Mayor, cursó Ciencias Económicas. Cincuenta años después cuenta sus visión desde Nueva York, lugar donde vive actualmente.


SANTI DOMÉNECH (TAQUI)
 ¿Cómo llegó al CMU Pío XII? 
Al cumplir 19 años de edad, en 1961, mis padres me llevaron ante notario en La Habana y expidieron Certificado de Emancipación, es decir, me declararon legalmente mayor de edad. Dos meses después me pusieron en un avión con destino a Madrid, con un billete de ida y sin regreso. “Algún día comprenderás que esto es lo mejor que podemos hacer por ti. Sal adelante”, me dijeron tratando de controlar las lágrimas. El gobierno no permitía sacar dinero de Cuba, sólo un billete de cinco pesos, que no tenía convertibilidad fuera del país. En la maleta bailaba otra muda de ropa, pues era todo lo que permitían las autoridades revolucionarias. Ningún libro era permitido. En un bolsillo me llevé discretamente “El Criterio”, de Balmes, en la pequeña edición de Aguilar.

Nadie me esperaba, pues no teníamos familia en España. Tuve que mendigar en el aeropuerto de Barajas para poder tomar el autobús que me llevaría hasta la plaza de Neptuno. Una azafata alemana, Angelika Foch, --¿cómo olvidarla?--, me dió un billete de ¡500 pesetas!, que me permitió pagar una pensión por unos días. No puedo dudar de la Divina Providencia.

Mi hermana había estudiado una Licenciatura en la Universidad Complutense y luego había entrado en las Religiosas Agustinas de la Asunción de París. Visité la residencia de la Asunción en la calle de los Olivos, esquina con la calle del Límite, (hoy Paseo de Juan XXIII), frente a la cual se alzaba el recién construido C.M.U. Pío XII, (cuyo edificio hoy ocupa el C.M.U. Pío XI). Me informaron que daban becas, por lo que concerté que el capellán del colegio de la calle Velásquez, don Martín Vergara, me acompañara al día siguiente a solicitar información. Nos atendió don Francisco Echamendi y puse mis cartas sobre la mesa: una papeleta con Notable y todas las demás con Sobresaliente correspondientes a mis estudios para las Licenciaturas en Derecho Administrativo y Derecho Diplomático y Consular en la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la entonces bicentenaria Universidad de La Habana. Obtuve una beca para estudiar Ciencias Económicas.

En la Quinta Planta me encontré con trece cubanos, dos dominicanos y un paraguayo, todos fuera del país natal como consecuencia de dictaduras. Trujillo y Strossner fueron sangrientos represores, pero no llegaron a instaurar un régimen totalitario duradero.

¿Cómo vivía la juventud en esos tiempos?

España era muy pobre, todavía con una economía agraria, y sufría aislamiento socio-cultural por las circunstancias políticas. La censura era activa y el control policiaco estrecho: “Paso corto, vista larga y mala leche”. La matrícula en la Universidad era barata, pero mantener a un hijo o hija consumiendo y sin contribuir al gasto familiar, era prohibitivo. Los noviazgos se eternizaban por falta de “El Pisito”, que ilustró la película de Marco Ferreri.

Si ibas a una fiesta y proponías bailar a una chica, su primera reacción era decir que no. Yo daba las gracias y me retiraba. Mis compañeros me explicaron que había que insistir, frecuentemente por 10 o 15 minutos. A las chicas, aunque quisieran bailar, se les había enseñado no parecer “fáciles”. Reinaban las suspicacias y el qué dirán. La moralidad estaba reglamentada por el reloj: las chicas tenían que regresar a casa antes que dieran las 10 de la noche. Cinco minutos más tarde originaba la gran bronca. Una canción, “Antes que den las diez”, denunció esa moralidad de apariencias.

La juventud era sana, como la población española en general, aunque algo ruda, pero sin malas intenciones. Decía lo que pensaba, sin preocuparse del efecto que causaría en los demás. Los canarios e hispanoamericanos sufríamos esa falta de sensibilidad, por lo que tendíamos a unirnos.

Los jóvenes eran conscientes de la situación de privilegio del universitario. Víctor Alba en su excelente ensayo “El núcleo primitivo”, en la revista PANORAMAS, de México, llamaba la atención sobre el hecho de que los proletarios españoles veían a estudiantes e intelectuales como “señoritos” y en ambientes sedicentes progresistas se les tachaba de “burgueses”, por lo que algunos hacían genuflexiones al marxismo para ser aceptados.  La universidad era entonces la ¿única? forma de rápida promoción social disponible.

José Alcides Fernández (1961)
Las artes y la música aglutinaban amistades. En La Habana había sido redactor y crítico de la revista CINE-GUIA, del Centro de Orientación Cinematográfica de Cuba, desde los 17 años, hasta su cierre por las autoridades revolucionarias y había dirigido cine-debates. Los capuchinos de San Antonio, en la calle de Bravo Murillo, me ofrecieron su salón de proyecciones para que dirigiera un Cine-Club, sin paga, por supuesto, pero donde se respetaría mi programación. Allí conocí al psiquiatra Alfonso Mateo y al pintor Francisco Molina. El público era en su mayoría de la clase obrera, con un sentido crítico natural, por lo que los debates eran muy animados. Pronto comenzaron a venir habituales de las proyecciones del Cine-Club de Areneros y el Hogar del Empleado, ávidos lectores de FILM IDEAL. Era un contraste entre sus participaciones en el debate, llenas de teorías ajenas, y las del barrio de Cuatro Caminos, centradas en lo visto y razonado. El lema de la Juventud Católica en Cuba era “Ver, juzgar y actuar”.

El Teatro Real era proverbial por sus obras que parecía serían eternas. Los conciertos sinfónicos tenían lugar en el Teatro Monumental. Para conseguir buenas entradas a bajo precio era necesario hacer una cola temprana frente al Ministerio de Educación, en la calle de Alcalá. Un compañero me ofreció que si hacía la cola durante la noche, él me pagaría mi entrada. Y así pude apreciar a Scherchen, Celidibache, Alexis Weissenberg… Después de los conciertos no reuníamos grupos de 10, 12 o más colegiales para tomar un chato y comentar. El tiempo volaba y no alcanzábamos a regresar a comer al Colegio. Nos íbamos a restaurantes como la Piamontesa, o Gambrinus, donde por ser tantos y llegar casi al cierre, nos hacían precio especial. Un viejo camarero de la Piamontesa nos preguntó si éramos universitarios y al responder afirmativamente, nos dijo con orgullo que su hijo también lo era. Enseguida nos enmendó la selección de Chianti por otro vino, mejor y más barato; las porciones desde entonces fueron más abundantes. Yo siempre pedía el plato más barato, que con el hambre me sabía a gloria.

A veces íbamos a los mesones, especialmente cerca de la Plaza Mayor: Terra A Nosa, Mesón de la Tortilla… donde los chatos eran baratos. Una noche, en el Mesón de los Austrias (ya desaparecido), un generoso del grupo ordenó una jarra de sangría, que bebíamos despacio para que durara más. Discutíamos, como siempre de teatro, de cine, de música. Acabada la jarra, un camarero trajo otra. Nos miramos, pues nadie había pedido más. No teníamos dinero. Llamamos al camarero y le pedimos que se llevara la jarra que no habíamos ordenado. “Va por la casa. No queremos perdernos el final de vuestra discusión”. La última jarra de sangría venía con poco hielo y mucho coñac, triple seco, canela y clavo. Era un Madrid menos apresurado.

Otro colegial, José Miguel de Jesús Santiago Cañive y Tió, propuso que visitáramos todo el Museo del Prado. Los turistas eran todavía pocos. Íbamos cada mediodía, durante el verano, y el Museo estaba vacío. Un conserje nos seguía y escuchaba nuestra conversación. Una tarde nos ofreció que al día siguiente iba a mostrarnos la parte trasera de las tapas de los trípticos de El Bosco, --hoy se consideraría una barbaridad--. Esa tarde entramos en la sección de los Antiguos Flamencos y el conserje cerró tras nosotros la puerta de acceso. Otro conserje se situó fuera, de guardia. Y uno a uno fuimos viendo las grisallas de las contra-tapas, incluyendo el Orbe translúcido con Tierra Plana del Jardín de las Delicias. Los conserjes, la mayoría guardia civiles retirados, tenían gran respeto por la juventud estudiosa, y violaban las normas con alegría. ¡Todo por el Arte! Y sí, vimos todo el Prado en dos meses de visitas diarias, incluyendo los ¿7? retratos ingleses que se conservaban en un sótano.  

¿Cómo era la Ciudad Universitaria?

La Ciudad Universitaria tenía más campo, menos edificios y poquísimo tráfico. El aire era puro. El C.M.U. Pío XII se construyó entre la Escuela Diplomática y el pequeño Hospital Anglo-Americano.  Desde allí hasta la glorieta de Cristo Rey era todo descampado.

La Colonia del Metropolitano estaba compuesta por chalets de fortuna y nobleza, como el de Margarita Gómez-Acevo, quien casó con el rey en exilio Simeón II de Bulgaria. El alumbrado público en esta zona era de gas. A la puesta del sol aparecería el farolero, con su pértiga encendida, abriendo el gas y alumbrando las farolas. Al amanecer volvería a hacer su ronda, apagando las farolas. Una canción popular, “Farolero”, le pedía que dejara alguna farola apagada en beneficio de los novios.

El Atlético de Madrid tenía su campo frente a lo que es hoy un Colegio Mayor de los Marianistas, por lo que la multitud llenaba el barrio los domingos.

Ciencias Económicas era la única facultad que no se encontraba en la Ciudad Universitaria. Teníamos que caminar cada día, cuesta arriba y sobre adoquines, a través de la Colonia del Metropolitano hasta llegar al principio de Reina Victoria, que entonces era un boulevard con árboles. Seguíamos hasta Cuatro Caminos, donde tomábamos el Metro en dirección a Noviciado. Allí, en San Bernardo, estaba el edificio del antiguo noviciado de los Jesuitas, expropiado por Carlos III y convertido en Universidad, donde sólo se mantenía la facultad de Ciencias Económicas. Los disturbios universitarios se desbordaban en San Bernardo y las carreras llegaban a la Gran Vía, cortando brevemente el tráfico. Para hacer las demostraciones invisibles, el gobierno construyó a toda prisa un nuevo edificio en la Ciudad Universitaria, en un declive del terreno, entre las facultades de Derecho y Filosofía.    

¿Cuál era la imagen que tenía el Pío XII en esta zona?

El C.M.U. Pío XII, dentro de la Ciudad Universitaria, era discreto. El declive natural del terreno no dejaba ver desde la calle del Límite el volumen real del edificio. Sus grandes ventanales y pequeñas terrazas se abrían a la ciudad o a la Ciudad Universitaria. De estilo moderno, sencillo, funcional. Sus habitaciones individuales, con baño privado y ¡bidet! incorporado en el platón de la ducha, le ganaron el sobrenombre de “El Hilton”. El mobiliario, igualmente de estilo moderno, era casi cartujano. Ningún colegio mayor tenía tan austera comodidad que facilitara la concentración en el estudio.

La Escuela de Ciudadanía Cristiana, con su cuerpo de becarios que debían estudiar una carrera y la Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto Social León XIII, --tenían fama de “listones”-- cumplía el propósito de don Ángel Herrara Oria de reunir una “minoría selecta” que pudiera actuar luego como levadura de la sociedad: Justicia social, función social de la propiedad, economía distributiva basada en el bien común, que plantaban cara al marxismo desde el amor y no del odio. Y el papado de S.S. Juan XXIII, quien salvó cientos de miles de vidas judías durante la persecución Nazi, (la página en la Red de The International Raoul Wallenberg Foundation, http://www.raoulwallenberg.net/, en inglés y español, tiene una sección dedicada a documentar la acción de rescate de Angelo Roncalli),  generaba entusiasmo al convocar el Concilio Vaticano II, una reunión de los obispos de todo el mundo para discutir cómo actualizar la doctrina, para que el Pueblo de Dios pudiera vivirla más plenamente. “Abramos las ventanas y dejemos que entre aire fresco en la Iglesia”.

¿Qué anécdotas recuerda del colegio?

No teníamos agua caliente más que un día a la semana. Los hispanoamericanos, acostumbrados a la ducha diaria, sufríamos. Muchos hacían viajes diarios a casa de algún pariente, con la perdida de tiempo consiguiente. Yo había practicado Judo, donde teníamos que darnos una ducha fría después de las prácticas. La tendencia instintiva ante el agua fría es llenarse los pulmones de aire y contraer el cuerpo. Nosotros debíamos exhalar todo el aire de los pulmones y entrar relajados bajo el chorro frío. El cuerpo se atempera rápidamente y la ducha dura menos, porque sigue siendo fría.

La calefacción era deficiente y todos compramos “calefón”, es decir, una resistencia con una pantalla metálica cóncava. Pero cuando enchufábamos todos al mismo tiempo, saltaban los plomos y el escándalo, en la oscuridad, era general. Yo prefería acostarme temprano bajo las mantas.

En el comedor, cada mesa tenía una botella de vino y una jarra de agua del grifo. Yo bebía mucho agua, pero nada de vino. Hasta que hubo una avería en el Canal de Isabel II y el agua venía turbia. Durante ese tiempo nos servían botellas de Agua de Lanjarón, con sabor a sales minerales, que me sabía a purgante. Así que comencé a beber vino… me ponía muy alegre y tenía que ir a dormir una siesta. Cuando se lo dijeron al difunto obispo cubano Boza Masvidal, --ya con proceso de canonización abierto--, no lo podía creer, hasta que vino a comer con nosotros.      

Los cubanos son carnívoros. Los viernes nos ponían pescadillas, que odiábamos. Me compré una Bula de la Cruzada para poder ir a Cuatro Caminos y tomar un perrito caliente. Mi confesor, don Jesús Hurtado, me echó la bronca por tirar el dinero. “Te voy a dar por lo menos quince razones por las que estás exento: Eres estudiante, estás fuera de casa, estás en un viaje cuyo final no conoces…” Pero a mi me hizo mucha gracia que por 2 pesetas podía comprar una histórica bula, que parecía un pequeño diploma con letra gótica en papel de periódico. Y pensaba en Lutero. Hoy no como carne y paladeo gordas pescadillas, que cada día están más caras.

Reunión de antiguos colegiales americanos en 2010
Cada planta la regentaba una institución diferente. La Quinta Planta correspondía al Instituto de Cultura Hispánica, al frente del cual estaba entonces ¡Blas Piñar! Nos envío a un argentino, al que bautizamos, para descalificarlo, como “El Che”. En la primera reunión intentó enseñarnos a cantar “Yo tenía un camarada”, que identificamos como canción favorita de los nazis.

El gobierno trataba de mantener las mejores relaciones con los Estados Unidos, cuyas bases militares traían buenos ingresos y la posibilidad de normalizar las relaciones con otros países. Don Blas era idiosincrático y publicó en la Tercera Página de ABC un artículo ridiculizando los cementerios militares americanos, que comparaba con campos de golf. La reacción de Franco fue fulminante: Blas Piñar fue destituido. Nosotros aplaudimos, pues “El Che” no volvió a aparecer.

¿Qué aprendió en el colegio?

Para alguien que nunca había vivido fuera de la familia, lo primero fue la convivencia en un ambiente competitivo, con intercambio de opiniones con estudiantes de diferentes carreras y con sacerdotes de mentalidad abierta a la discusión. Mi mejor amigo fue mi confesor, don Jesús Hurtado, quien supo de mis problemas y con estilo mayéutico me aconsejó saludablemente, dejando siempre la decisión en mis manos.  

La dirección de la Quinta Planta organizó un retiro, no opcional, en el Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos durante el fin de semana de San José en 1962; lo dirigía don Pedro, capellán del C.M.U. César Carlos. Cuando don Pedro se enteró de que la asistencia no era voluntaria, nos ofreció libertad de asistir o no a sus charlas, que iban a centrarse en la Caridad. Su buen talante hizo que todos asistiéramos con interés.

Yo estaba insatisfecho con la tradicional actitud de “ordeno y mando” clerical y cuestionaba textos bíblicos en que la basaban. Don Pedro me dijo que la clave de las Escrituras es la Caridad, que podría encontrar encarnada en Cristo en los Evangelios. “Pasa de largo lo demás, porque, como dijo San Juan en su Epístola: Dios es Amor”. Pude volver a vivir con alegría una Fe que no es creencia.


¿Qué mensaje podría aportarle a un actual colegial?

Los jóvenes no necesitan consejos. Necesitan que se les escuche. En el proceso, se oirán en voz alta a sí mismos, tomarán consciencia de cualquier posible inconsistencia suya y avanzarán en el diálogo. “Que cada cual cultive lo que de angélico le agracie, en amistad y diálogo”, se lee en el monumento a Eugenio d´Ors frente al Museo del Prado.

Un colegial escribió:

Intimidad
Para ejercer de humanos
desnudos nos creaste
y en tal situación,
de adventicias pieles
de prejuicios despojados,
hemos de contemplar, sin pudores,
tu rostro en los nuestros reflejados.

En tal intimidad ninguna
pregunta está vedada.
Mas bien, animas a saber
pues comprensión nos diste
y el desarrollo de potencias
a la plenitud acerca.

lunes, 7 de febrero de 2011

Estadísticas Baloncesto: PIO XII – ALCALÁ B

PIO XII – ALCALÁ B




Ptos
T2
T3
TL
Reb
Asis
Rob
TpF
TpC
Perd
FR
FC
Val
T-Bag
3
1/2
0/3
½
-
-
-
-
-
3
1
2
-6
Superlopez
2
1/3
0/4
-
3
1
1
-
-
-
1
3
-1
Incognito
2
1/1
0/3
-
2
2
1
1
-
2
1
-
4
Zazu
9
4/5
-
1/1
12
1
1
1
-
4
1
2
18
Pagafantas
20
8/11
-
4/5
7
-
2
2
-
1
4
1
29
Bocaseca
-
-
-
-
3
1
1
-
-
1
-
1
3
Conguito
5
1/1
1/3
-
1
-
-
-
-
1
-
1
2
Calculín
-
0/1
-
-
4
2
1
-
1
1
-
-
4
Cachulín
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1
0
Halitosis
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
-
0
Aceituno
-
0/1
-
-
-
-
-
-
-
2
-
1
-4
TOTAL
41
16/25
1/13
6/8
32
8
8
4
1
16
8
12
49

Partido trámite para terminar la primera fase solventado con un mal partido por parte del equipo de nuestro Mayor sobre todo debido a una defensa muy blanda a lo largo de todo el partido. En cualquier caso, el partido sirvió para dotar de minutos importantes de final de partido a jugadores menos habituales en esas circunstancias. A destacar la aportación del juego interior de Zazú (máximo reboteador del partido) y el capitán Pagafantas (máximo anotador) y el triple de Conguito que eleva a 4 el número de partidos consecutivos con, al menos, un triple anotado.

Con esto se acaba la primera fase y, en nuestra siguiente entrega se comentará la eliminatoria a partido único de octavos de final.

PD: Este partido también debería estar incluido en todas las videotecas gracias a la dirección del equipo en el último cuarto de nuestro base T-Bag.